Recuerdos falsos

“…y sin embargo los recuerdos están ahí, tan reales y tangibles como una vivencia real, pero fue construida por tu mente viciada de juzgamientos, propios y ajenos. Pero su caso querido Manfredi es realmente asombroso, usted dice haber matado a sus padres, tiene la memoria intacta y detallada de como los apuñaló en el corazón estando dormidos, y como después los cercenó para meterlos en la heladera, no obstante, sus padres están esperándolo en la sala contigua, vivos. El ansiolítico que le acabo de dar es para que el shock que puede llegar a experimentar no pase a mayores, no queremos que su mente entre en un estado de confusión y perder todo el trabajo que hemos hecho en estos cinco meses. Ahora abriré la puerta y sus padres ingresaran, siéntase libre de abrazarlos, llorar, o cualquier impulso que salga de sus entrañas, si sale de adentro, siempre será el correcto.”
El doctor abrió la puerta, los padres ingresaron y Manfredi los abrazó en un mar de lágrimas. Volvieron a su casa, comieron un guiso de lentejas, y se fueron a dormir.
A las tres de la mañana el extenuante calor despertó a Manfredi, salió de la habitación en búsqueda de una brisa fresca, caminó por el pasillo y vio a sus padres dormidos plácidamente bajo el ventilador de techo. Se acercó para contemplarlos de cerca y vio algo extraño en el cuello de uno de ellos. Lentamente sacó las sabanas dejándolos desnudos y vio con estupor los cuerpos llenos de cicatrices burdas: los brazos, piernas y cuellos estaban engrampados torpemente. Manfredi emitió un alarido de miedo y furia, el padre despertó con los ojos rojos, lo tomó de la mano, sacó un cuchillo debajo de la cama y se lo clavó en el corazón. Manfredi se desvanecía mientras sentía sus huesos astillarse con el filo de un serrucho. “Somos familia” escuchó decir a la madre antes de esfumarse en otro recuerdo falso.

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