Navidad quinquenal

Era el quinto año que pasaba la navidad en soledad. No sufría, pues sabía que esta festividad había sido usurpada por los católicos a los paganos, y que la religiosidad se había corrompido en un consumismo desmedido. Sin embargo, ese día en particular emanaba una extraña euforia, pues pasaría las fiestas con su familia. Se dirigió al garaje, tomó una pala y partió rumbo al cementerio para desenterrar a sus seres queridos. Exhumó uno a uno los cadáveres y los trasladó hasta su hogar. Allí los dispuso en torno a la mesa, como solían hacerlo en tiempos pasados cuando él era solo un niño. Sirvió los platos con diligencia, se sentó frente a ellos y comenzó a comer, aguardando ansioso a que llegara la medianoche. Los fuegos artificiales se comenzaron a escuchar a lo lejos. El antiguo reloj de pie emitió su primer campanada de doce. Levantó su copa y brindó al aire. Al llegar a la duodécima, la puerta fue derribada por la policía. Sin oponer resistencia, el hombre besó uno a uno los cuerpos sin vida y se entregó. Sabía que la pena seria de cinco años de prisión, no era su primera vez, y no iba a ser la última. Esperaría otros cinco tras las rejas para volver a reencontrarse con su familia.

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