La zona gris (Nº2) – La mujer de lana

Estoy en una casa que no conozco, pero siento mía. Floto hacia la puerta. La abro y la mujer de lana desciende del cielo con dos cuerpos en sus brazos. Sus caras de hilo blanco con ojos de botones comienzan a brillar vida. Se sientan inertes en unos bancos largos. Comienzan a moverse lentamente como despertando de un sueño eterno. Los dos me miran al unísono y los reconozco. Son mi difunto hermano y mi difunta madre. Corro hacia ellos. Los abrazo. Bailamos. Bailamos sin parar. Me muevo en una danza sin límites con mi corazón rebalsado de felicidad. Mi madre me mira y veo en sus ojos una presencia extraña. No es mi madre. Sigo bailando sin levantar sospechas y la arrincono contra la pared. Acerco mis labios a sus oídos y le pregunto: ¿En qué año naciste? La burbuja explotó sin dejar rastros. Volví a la zona gris y al zumbido eterno.
Mylos piensa en mi conciencia: “Cuidado con la mujer de lana que vende ilusiones.”

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