La corrección

Atrapado en la oscuridad de su habitación, era consciente de que el último paso para sanar por completo su alma se encontraba al otro lado de la puerta. Debía sentarse junto a su hermano y entregarle la escritura de la casa. Ese acto desinteresado de dar sería la culminación de su misión de reparación espiritual en esta encarnación. Lo sabía, lo sentía profundamente. Al lograr la total corrección de su alma, ascendería hacia la fuente divina, poniendo fin a su ciclo de reencarnaciones en este mundo. En teoría, debería sentir éxtasis, pero en cambio, experimentaba un sabor amargo. Era consciente de que, si completaba su misión ese mismo día, su presencia en este mundo ya no tendría utilidad y sería llevado más allá. Fallecería, y le tenía terror a la muerte. Abrió la puerta. Se sentó al lado de su hermano. Lo miró a los ojos y le pegó un tiro en la cabeza. Comenzaría de nuevo. Le gustaba ser humano.

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