Ayer te vi llorar

Crecí con un padre que era “famoso”. Un padre que en mis primeros años de vida trabajaba en la televisión y en el teatro San Martin. Recuerdo que me llevaba a el set de televisión y me dejaba espiar las obras tras bambalinas. Recuerdo que en la calle lo paraban para pedirle un autógrafo. Mi padre no era solo mío. Era de los demás también. Crecí con un padre idealizado. Si, es un proceso común en la mente de un niño idealizar a sus padres, pero yo lo idealizaba como un otro. No idealizaba a mi padre, sino al actor. A ese actor que no era solo mío. Fue un proceso difícil separar (¿o unir?) a esos dos padres. Pero en todos estos años de vida, cada vez que lo veia llorar, sentía como bajaba de aquel pedestal que había construido mi psiquis. Las etiquetas desaparecían. Es ahí, en la vulnerabilidad, en donde se borraba cualquier limite vincular y lo veía como un ser humano. Esto pasa con mi padre, con mi madre, y con cualquier persona que vi y veo llorar. Es ahí que la empatía gana terreno y uno ve la esencia del alma. La esencia del ser humano que esta más allá de las etiquetas sociales.
Ayer te vi llorar de emoción, pero no vi a mi padre, tampoco vi al actor, vi a un niño rosarino que cumplió sus sueños. Vi a un hombre que, a pesar de todos los obstáculos de la vida, nunca dejó morir a su niño interior.

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