Penumbra

Ingresó a la habitación con dudas. La luz tenue del galpón le erizó la piel. Desde los cinco años una presencia lo seguía. Creía firmemente que moraba en la penumbra. Esa vez aquella presencia volvió con más intensidad. Sintió que lo observaba desde todos los rincones, una energía omnisciente que lo rodeaba. Caminó hacia la mesa de madera donde reposaba el velador. La luz parpadeó. Quedó paralizado. Sin aliento. Su respiración resonaba en su cabeza mientras su cuerpo empezaba a empaparse de sudor. A pesar del miedo, continuó avanzando hacia el interruptor, aferrándolo con su mano derecha. Una brisa fresca le rozó la nuca. Giró lentamente la cabeza y se encontró con el reflejo de su propio rostro en el espejo de la pared. Vio con estupor que detrás de él lo acechaba una sombra. La luz parpadeó nuevamente. La sombra lo envolvió por completo, haciendo desaparecer su reflejo pero manteniendo su presencia ominosa. Un niño de cinco años entró al galpón.

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