Número PI

Mario ingresó a la habitación vacía. Su corazón latía con ansiedad mientras su mirada se posaba en las paredes que lo rodeaban. En la pared principal, un enigmático número 3,14 se erguía con orgullo, seguido de todos sus decimales, que se desplegaban como una maraña matemática a lo largo y ancho de cada superficie, desde los fríos muros hasta el desgastado suelo.
En el centro de la habitación yacía el profesor Rawson con los dedos ensangrentados y una pequeña lámina de carbonilla entre sus uñas. El profesor había dedicado su vida al estudio del universo, y en su incansable búsqueda de respuestas, encontró en el enigmático número Pi una herramienta inigualable para investigar lo infinito. Creía fervientemente que los misterios del cosmos se encontraban ocultos entre sus interminables decimales, como si cada cifra albergara la clave para desentrañar los secretos del origen mismo.
Mario se acercó al profesor, lo miró a los ojos, éste le sonrío — Lo encontré — le susurró, y se deshizo en un enjambre de cuerdas.

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